jueves, 27 de junio de 2013

Acapulco golden

Yo me llamo Malcolm. Es la primera vez que escucho mi nombre como si alguien me llamara. Tal vez voy a morir pronto. Tengo manos inservibles, nunca han servido para matar, aunque lo he deseado. Aún soy un crío que monta la cadera de mi madre lleno de terror. Me inclino sobre el agua con una vela encendida. Interrogo a mi padre que baila en el fulgor de las piras. Sus mejillas son muy suaves, su voz es esa playa donde me quedé esperándolo. Yo soy Malcolm, le digo. Tengo la cabeza envuelta en trapos, la sensación de que nadie me mira. Soy tu saliva con polvo negro, la caricia de tus dedos. Busco encima del humo mundos olvidados. Vestigios de una chispa que brilló por instantes. Yo soy Malcolm, he aprendido a moverme como un salvaje dentro de mis vísceras. Soy esa planta trepadora que agrieta las ruinas, el momento de ilusión delante de las puertas. Miro la vida en el blanco de tus ojos como un cajón de juegos indefensos. Allá están las tachaduras en la pared, las calaveritas de dulce que me recuerdan la conciencia. La ropa que medita en los tendederos, las piedras que lastiman los pies. Ven conmigo, baja aquí conmigo. No hagas ruido, las mujeres de la casa duermen. El mundo esquiva nuestros pasos. Ven, cruza los horarios de la puerta. Yo soy Malcolm, ¿tú, quién eres?